“Soy como aquel hombre que llevaba un ladrillo,
para mostrarle al mundo cómo era su hogar.”
Bertolt Brecht
Por: José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Cuando en 1922 el renovado Paseo de Bucareli se enriqueció con la magnificencia neocolonial concebida por los arquitectos Antonio Torres Torija y Emilio Dondé para satisfacer los anhelos del torero Rodolfo Gaona, la Ciudad acrecentó su patrimonio arquitectónico con un hito que, a pesar del abandono, sigue compitiendo contra los espectaculares inmuebles que adornan esta importante arteria de la Ciudad.
La impronta urbana que Antonio María de Bucareli y Ursúa legó a la capital de la Nueva España desde 1778, fue concebida para dotar a los capitalinos de un Paseo que vinculara el Coliseo Nuevo con Arcos de Belén, calzada por la que corría el viejo acueducto rematado por la bellísima fuente del Salto del Agua, obra del escultor Guillermo Ruiz.
La transformación de la Avenida Bucareli se inicia cuando el gobierno federal aprovecha la quiebra de Feliciano Cobián y en 1909 le compra su palacete para destinarlo al Ministerio de Gobernación.
La oferta de vivienda se registra con la construcción, en 1912, del complejo habitacional La Mascota. Diez años más tarde, el torero Rodolfo Gaona obsequia una “Gaonera memorable” al inaugurar su suntuoso edificio de departamentos, destacado por el anacrónico homenaje al Virreinato expresado en los mosaicos ordenados por el torero en honor a personajes relevantes de la Colonia. Dos años después, en 1924, se inaugura el edificio de departamentos Vizcaya, logrando así un equilibrio de usos de suelo en esta vía.
Mientras que La Mascota y el Vizcaya merced al apego y afecto de sus residentes han tenido la oportunidad de superar sismos y devaluaciones, el soberbio Edificio Gaona ha sido sujeto de desventuras que cruzan desde leyendas urbanas que afirman que El Califa de León lo perdió a las cartas en un garito, hasta la muerte de esa gloria del toreo, acaecida el 20 de mayo de 1975, quien al no dejar testamento alguno, generó la discordia y ambición de parientes y extraños que han sumido en la incuria el sueño de Gaona.
La última desgracia del inmueble se registró la madrugada del pasado 29 de enero, cuando un grupo de maleantes intentó desalojar a las familias que resisten los constantes actos de violentos que desean apoderarse del singular edificio.
El evidente deterioro de esta edificación y la fragilidad de quienes lo defienden, debería obligar a las autoridades a generar una solución jurídica que permita recuperarlo y destinarlo a viviendas complementadas por espacios culturales que amplíen el programa de la Ciudad de los Libros y de la Imagen que desde la Biblioteca de México-José Vasconcelos se “provoca” día con día.
Me confieso un ardiente defensor del patrimonio arquitectónico del Paseo de Bucareli, pues al haber nacido en La Mascota -como bien lo expresa Brecht-, llevo conmigo un ladrillo de esas monumentales construcciones, para decirle al mundo cómo era mi Ciudad.
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