Jorge Luis Borges
En la otrora gloriosa República de los Cines, la Cineteca Nacional celebró 40 años de sostenerse como un espacio accesible a las propuestas cinematográficas de México y el mundo, y también como reducto de un rito familiar sabatino o dominical que se diluye -Bauman dixit- merced a los avances tecnológicos que han hecho de las Salas de Cine espacios catárticos en imparable riesgo de extinción.
Inaugurada en una porción de los amplios terrenos de los Estudios Churubusco un 17 de enero de 1974, la construcción de la primera sede de la Cineteca Nacional se consumió tras el voraz incendio registrado a las 18.45 hrs del 24 de marzo de 1982, siniestro que provocó la muerte a cinco personas, la desaparición de tres, y más de cincuenta lesionados, cinéfilos y trabajadores que vieron esfumarse en minutos un complejo carente de las más elementales medidas de seguridad para resguardar la memoria fílmica del país.
Años más tarde, el 27 de enero de 1984, la Ciudad contó con un nuevo conjunto cinematográfico ubicado en el pueblo de Xoco, y también con el reto de exigir el rescate de la mayor parte de nuestro acervo cinematográfico - accesible en cualquier parte del país y del mundo- para recuperar parte del patrimonio consumido por el fuego y la irresponsabilidad.
Por ello, es grato constatar que la alianza entre la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas y la Filmoteca de la UNAM logró restaurar un porcentaje considerable de una de las cintas más emblemática del cine nacional: La Mujer del Puerto, melodrama dirigido en 1933 por Arcady Boytler, con un guion del zacatecano Guz Águila (Antonio Guzmán Aguilar), inspirado en Natasha de León Tolstoi y Le Port de Guy de Maupassant, magistralmente interpretado por Andrea Palma y Domingo Soler.
Esta extraordinaria producción de Servando de la Garza, fue estrenada el 14 de febrero de 1934 en el Cine Regis, espectacular sala ubicada en Avenida Juárez 77, adjunta al hotel del mismo nombre, en cuyo interior se produjeron hechos memorables que nutren la memoria urbana de la ciudad y cuyas recias edificaciones fueron destruidas por la fuerza de los sismos de septiembre de 1985.
Con la pérdida de ese entrañable Cine de Arte y la imparable especulación inmobiliaria, el eje cinematográfico Reforma-Juárez ha visto desaparecer los cines Chapultepec, Latino, Roble, París, Paseo, Variedades y Alameda, locales que, junto a muchos otros en la ciudad, recibieron a las familias capitalinas las tardes de estreno y todas las mañanas de los domingos, como parte de un ritual perdido que, sin género de dudas, fortaleció la unidad familiar y social al vincular a sus espectadores mediante esa experiencia cinematográfica común que celosamente guardamos como parte de nuestros recuerdos, en ese quimérico museo de formas inconstantes al que se refiere Jorge Luis Borges para definir nuestra memoria.
Por: Alfonso Suárez del Real
Por: Alfonso Suárez del Real
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